De cómo me enamoré de nuevo de la uva verdejo

Llevo mucho tiempo catando vinos. Tiempo en el que ves modas diferentes, criterios de elaboración que van cambiando, juventud intrépida que llega con ideas frescas al campo y al vino. Y zonas. Zonas vitivinícolas que imprimen su carácter en sus productos. En este sentido, una de las Denominaciones de Origen de vino más reconocibles de España es la DO Rueda. Una de estas zonas que sufre los continuos vaivenes de las modas, de las costumbres, del comercio y del marketing. De esto último es ejemplar, ya que en los últimos años la DO Rueda ha conseguido situarse en la mente de los consumidores, con brillantes campañas de comunicación y un buen marketing de zona, gracias a un muy buen trabajo de su área de comunicación, a la que felicito desde aquí. ¡Ojalá otras Denominaciones de Origen de vinos lo hicieran la mitad de bien para poner en valor su identidad!
Sin embargo, muchas de las bodegas que la conforman han evolucionado hacia caminos únicamente dominados por los precios. Grandes grupos de bodegas tienen uno de sus satélites dentro de esta DO. Todo debido a un aumento considerable de cuota de mercado de estos vinos, que ha atraído a voraces marcas del sector para crear nuevas referencias amparadas bajo el marchamo de Rueda, muchas de las cuales apotan poco o nada al sector.
Dicho esto, en cata me cuesta encontrar blancos de Rueda que realmente me sorprendan, más allá de elaboraciones perfectas a nivel técnico, narices correctas y bocas agradables. No así, todo hay que decirlo, en las barras, donde sí que disfruto con verdejos frescos que entran de forma fácil y por suerte no me dan dolor de cabeza por su exceso de sulfitos.
Sin embargo, cuando topas en tus catas con un proyecto como el de Bodega Javier Sanz Viticultor, el concepto de “vino de súper” se desmorona para cobrar fuerza el de “vino con personalidad”, que es además fiel reflejo de una zona.
Está claro que hay grandes vinos en Rueda, desde Ossian, los Menades, Caraballas, Herrero, Riscal (que siempre tendrá mi respeto por lo que supone para Rueda), y algunos otros. Menció especial a bodegas como “De Alberto”, con su vino “De Alberto Dorado”, que es una maravilla y un tipo de vino que otras bodegas deberían rescatar y ponerlo en valor.
Pero los vinos de Javier Sanz realmente sorprenden, sin desmereces a los citados. Así los catamos, y así los descubrimos de nuevo, en un ambiente muy especial, el pasado día 9 de marzo en Madrid.
El Restaurante Los Galayos fue el escenario. Un mítico lugar en el corazón de Madrid, en la Plaza Mayor, cuyas historias cuentan que era antiguo paso de reos hacia la horca. En su planta baja, una sala abovedada de ladrillo nos sirvió a la perfección para crear el ambiente perfecto: luz cálida, buena temperatura, copas Riedel, y servicio impecable.
El evento, dentro de las actividades que organizamos con bloggers desde Yalocatoyo, tenía como aliciente el armonizar los vinos de Javier Sanz Viticultor con la música del cantautor Miguel Dantart. Y así sucedió.

Tras una breve presentación del propio Javier Sanz, todo un lujo por cierto oír de primera mano la filosofía que traslada a su bodega y vinos, pasamos a cata alguno de las más emblemáticas referencias de la bodega. Ana Portela, sumiller y responsable de comunicación de la bodega apuntó algunos detalles más (mención especial a Ana, que ha sido recientemente elegida mejor sumiller de su promoción en Valladolid).
Comenzamos a disfrutar con el “Javier Sanz Verdejo 2015″. Un vino que permanece con sus lías varios meses, lo que le da más boca que un verdejo normal, más graso y con una acidez sensacional.

La armonía musical de Miguel Dantart fue con la canción “Las cosas bonitas“, un bello tema que transmite optimismo y alegría, como el vino catado.
De ahí pasamos a catar el segundo vino, “Malcorta 2015”. Un clon extinto de la uva verdejo, salvo las pocas vides que posee Javier. Un clon que parece conducir como si se tratara de un alambre, toda la energía y características del suelo de donde proviene. Mineral, complejo, con notas de tierra y campo. Muy glicérico (marca de la casa) por el trabajo con sus lías y refinado. Fantástico.
El tema elegido para disfrutar de este vino fue “Atlántida“, que da título al último álbum de Miguel Dantart. Un tema con un toque melancólico y profundo, que envolvía de forma perfecta cada trago de este vino.

Continuamos el evento con una emoción creciente, porque la calidad de los vinos incrementaba notablemente. Si lo catado era excelente, lo siguiente que venía no dejaba de asombrar. El siguiente actor en salir a escena: “Colección V de Javier Sanz – 1863, añada 2011“: un vino de un viñedo del año que lleva su nombre, prefiloxérico, retorcido y que transmite una energía especial a los que tenemos la suerte de haberlo pisado.

El vino, escasísimo en su producción, nos deja atónitos (me dejó atónito la primera vez que lo probé también). Una nariz tremendamente compleja, con matices maduros que combinaban perfectamente con notas florales y una sensación de frescor (balsámicos) enorme. Parece que tiene crianza en barrica, pero no es así. En boca lo mismo: grandeza de matices, volumen, estructura, glicerina, y largura, mucha largura. Un vino de 10.
El tema musical tenía que estar a la altura. Algo reflexivo que invitara a cerrar los ojos y hacer de aquél momento algo sublime. Así Miguel Dantart nos deleitó con el instrumental de “Fragility“, de Sting. Sin palabras.
Seguimos con un tinto, sorpresa de la bodega, de una variedad que Javier recuperó de la zona de Los Arribes de Duero (Salamanca). La variedad de uva se llama “Colorado” y el vino también: “Colorado 2013“, y su complejidad la hacen poco entendible para algunos. Lo que alguno tildó de “sobremaduración y alcohol”, yo lo definí como “extrañeza y personalidad”. Algo que catas y no puedes ubicar en una zona concreta de nuestra geografía, pero que está perfectamente elaborado y, más allá de achacarle defectos, sólo se me ocurrieron alabanzas. Un tinto que no comercializa la bodega y sólo ofrece en presentaciones exclusivas. Una joya para conocer y descubrir.
Un vino que viajó de Los Arribes hasta Rueda para hacerse grande se armonizó con “El Viaje de la Uva“, de Miguel. Divertido, alegre, con fondo… Merece la pena escuchar.
Para finalizar la cata, y envueltos en ese ambiente del piso inferior del Restaurante Los Galayos, acabamos con uno de los vinos que guardaré siempre en mi memoria. Uno de esos vinos que se vienen para quedarse. Un dulce de verdejo que me traslada a otros estadios del ser. Emocionante.
El “Dulce de Invierno” es uno de esos vinos dulces para los que nos gustan de verdad este tipo de vinos. Un equilibrio entre acidez/dulzor perfecto, que lo hace denso, pero para nada cansa. Emocionante, repito.

El súmmum fue acabar la parte de la cata con este “Dulce de Invierno” y uno de los temas más bonitos del repertorio de Miguel Dantart: “En la Palma de tu Mano“. Si tomando este vino y escuchado esta canción no os emocionáis, es qu eno tenéis corazón.
Acabamos con la cena-armonizada. Aquí los vinos tenían que dar la cara con la comida, que para eso son, además de compartir y disfrutarlos en compañía. Una buena descripción de los platos y su armonía con los vinos, con la que coincido en su mayoría la podéis ver en el blog de Anna Harris-Noble, que os invito a leer.
Así acabamos la velada, disfrutando de una agradabilísima compañía de la familia Sanz, y con el apoyo de mis amigos bloggers que acudieron, a los que doy las gracias por su constante apoyo.
¡Hasta Pronto!
